SANTA MISA POR LAS "SCHOLAE CANTORUM"
HOMILIA DE JUAN PABLO II
Basilica di San Pietro - Domenica, 29 settembre 1985
1. "Señor, santifícanos en tu verdad" (cf. Jn 17, 17).
Con estas palabras del canto al Evangelio de la liturgia del domingo de hoy, día del Señor resucitado, deseo saludar cordialmente a todos vosotros aquí reunidos, miembros de las Scholae Cantorum de Europa, congregados en Roma con motivo del Congreso Internacional, promovido por el Comité de la Santa Sede para el Año Europeo de la Música y de la Asociación Italiana Santa Cecilia.
Entre las diversas manifestaciones del arte, la tradición musical de la Iglesia es patrimonio de inestimable valor, tanto por la peculiar expresión del arte mismo como por su valor espiritual, dado que la música sacra está llamada a expresar la verdad del misterio que se celebra en la liturgia (cf. Sacrosanctum Concilium, 112).
Vuestra presencia es una circunstancia de íntima alegría y manifiesta una vez más que la Santa Sede se ha adherido gustosamente a la iniciativa de designar el año 1985 Año Europeo de la Música,
- tanto para recordar el tercer centenario del nacimiento de Juan Sebastián Bach, de José Doménico Scarlatti, este último compositor, clavicembalista y director de la capilla Julia de Roma, desde el año 1713 al 1719;
- como por el hecho de que la iniciativa puede contribuir a transmitir un mensaje de belleza y de alegría, y sobre todo dar a conocer y a estimar todavía más la música religiosa en general y la litúrgica en particular, dado que el canto gregoriano ejerció una influencia considerable sobre el desarrollo de la música en Europa y durante siglos constituyó un eficaz vínculo de unidad entre las poblaciones del continente europeo y todavía hoy es considerado por la Iglesia como "el canto propio de la liturgia romana" (Sacrosanctum Concilium 116).
El Comité de la Santa Sede ha organizado ya en este año algunas manifestaciones importantes: el Congreso Internacional de Canto Gregoriano, celebrado en Subiaco; el Congreso Internacional de los Pueri Cantores, celebrado en París; para el próximo mes de noviembre está programado en Roma el VIII Congreso Internacional de Música Sacra, con motivo de la inauguración de la nueva sede del Pontificio Instituto de Música Sacra.
2. En este encuentro de oración, que se manifiesta particularmente fervorosa por el canto coral de tan numerosas Scholae Cantorum, la liturgia de la Palabra del domingo actual habla, por una parte, de inspiración, y, por otra, de escándalo.
Respecto a la inspiración, leemos en la primera lectura: "El Señor descendió en la nube y habló a Moisés; tomó el espíritu que estaba sobre él y lo infundió en setenta ancianos: cuando el espíritu quedó depositado en ellos, profetizaron" (Nm. 11, 25)
En relación con el escándalo, leemos en el Evangelio según San Marcos: "Y el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen, mejor le sería que le echasen al cuello una muela asnal y le arrojasen al mar" (Mc. 9, 42).
Así se expresa Cristo. Y despues, hablando del escándalo, pronunció las severas palabras a propósito de la mano, del pie y del ojo humano, cuando éstos se convierten en causa del pecado.
El pecado es un mal, es la fuente de la depravación. A causa del mismo caen en la ruina la vida y la civilización humana. Dan testimonio de ello las duras palabras de la carta de Santiago, escuchadas en la segunda lectura y dirigidas a los que escamotean el salario a los trabajadores, que participan en comilonas y se sacian de placeres; que condenan y asesinan al inocente, el cual no puede oponer resistencia a su violencia (cf. St. 5, 16).
A1 describir la triste situación del hombre, pesadilla y víctima del pecado, el Concilio Vaticano II ha dicho con síntesis eficaz: "El pecado... es una disminución para el hombre mismo, al impedirle conseguir la propia plenitud" (Gaudium et spes, 13).
Por ello Jesús ha lanzado aquella frase amenizadora y terrorífica: "Ay del mundo por los escándalos" (Mt. 18, 7).
3. Hoy, en esta jubilosa jornada dedicada al canto, a la música, deseamos hablar sobre todo de la inspiración: de lo que es la fuente de la verdad, de la bondad y de la belleza en la vida humana.
En la historia de la humanidad la inspiración musical ha tratado de expresar -como la palabra y acaso más que ella- los sentimientos más profundos de la persona: la alegría, el amor, el dolor, la angustia, la duda... y, en particular, la oración y la alabanza respecto a Dios, Creador y Padre.
Por esa capacidad expresiva de la música, la Iglesia desde los orígenes, en su enseñanza y en su acción, ha manifestado un interés constante por el canto y por música "sacra", dada la íntima conexión del arte musical con la liturgia. Por ello Iglesia ha reafirmado continuamente los principios y la líneas directivas para que es arte, noble y ennoblecedor, cumpla con adecuada perfección su cometido litúrgico su finalidad suprema, que es "la gloria de Dios y la santificación de los fieles" (Sacrosanctum Concilium, 112).
Como he dicho a los miembros de la Asociación Italiana Santa Cecilia, "la Iglesia... al tributar a la Trinidad Santísima el culto, se ha servido de la música y del can para expresar los más profundos sentimientos religiosos del cristiano: la adoración la acción de gracias, la súplica, la impetración, el dolor, el impulso espiritual" (Enseñanzas de Juan Pablo II, III/2 [1980] 697).
San Agustín, el cual fue un apasionado y genial cultivador de la música -escribiendo también sobre la misma un célebre tratado-, ha sintetizado felizmente la profunda relación entre la belleza de la cuyas partes son tales que deben ser adaptadas a todos los tiempos, se difunde co un inmenso canto de un músico inefable, y de allí traspasan a la etern contemplación del esplendor (de Dios) a los que debidamente le adoran, inclus cuando es el tiempo de la fe" (cf. S. Agustín, Carta 138, I, 5: PL 22,527).
4. En esta celebración eucarística, que pretende también recordar a tres grandes! hombres de la música que, a través de sus obras, han encontrado una inspiración elevadísima en los temas de la historia de la salvación, dejando a la posteridad u testimonio singular de su religiosidad, yo me dirijo a vosotros aquí presentes y a todos los miembros de las Scholae Cantorum esparcidas por los continentes.
Tenéis una misión particular en la Iglesia y en relación con el mundo porque, siguiendo la inspiración, cuya fuente se encuentra en la Palabra de Dios, participáis de la función profética del mismo Cristo. En virtud del bautismo, Jesús os ha` elevado a testigos suyos, para que la fuerza del Evangelio resplandezca en la vida cotidiana, familiar y social. Tenéis la misión de cooperar para la difusión y e1 incremento del Reino de Cristo en el mundo (cf. Lumen gentium, 35). En particular, vuestro compromiso en el ámbito de las Scholae Cantorum es un testimonio y una profesión de fe, por el hecho de que participáis activamente en la liturgia de la cual el canto sacro es "parte integrante y necesaria" (Sacrosanctum Concilium, 112). Con esta vuestra actividad litúrgico-musical, sois una señal de aquel secular vínculo del Evangelio y de la Iglesia con la belleza, con el arte, con la música. Ludwig van Beethoven llegó a decir un día que estaba dispuesto a dar todas sus, sinfonías por la melodía de un "Pater Noster" o de un "Prefacio". Sentíos' legítimamente orgullosos de estar íntimamente enmarcados, con vuestro canto, en liturgia que es "la cima a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que proviene toda su virtud" (Sacrosanctum Concilium, 10).
Que toda vuestra vida sea un canto de adoración y de alabanza a Dios, mediante el constante testimonio de vuestra fidelidad al mensaje de Cristo. Escuchemos, una vez más, esta palabras de San Agustín, que parecen dirigidas justamente a vosotros, miembros de las Scholae Cantorum: "Canta a Dios quien vive para Dios; entona salmos a su nombre, quien trabaja por su gloria. Cantando así, y entonando salmos de esta manera, lo que equivale a decir, así viviendo, así trabajando... allanáis el canino a Cristo; porque mediante los pasos hermosos de los que anuncian la buena nueva (cf. Is. 52, 7) se abren a El los corazones de los creyentes" (S. Agustín, Enarr. en Ps. 67, 5: PL 36, 814 s.).
5. En esta significativa circunstancia deseo dirigir también mi pensamiento a cuantos aman la música, y en particular la música sacra: a los compositores, a los maestros, a los profesores, a los directores, a los ejecutores y también a los oyentes.
Me dirijo a vosotros a fin de que prestéis vuestra contribución para que la música, inserta por la Iglesia en la celebración de los misterios, sea verdaderamente sacra, es decir, tenga una predisposición adecuada a su sublime finalidad religiosa; sea verdaderamente artística, o sea, capaz de mover y transformar los sentimientos del hombre en canto de adoración y de súplica a la Trinidad Santísima.
Al igual que en el pasado, así también en la actualidad, la Iglesia, a pesar de reconocer el canto gregoriano como el canto propio de la liturgia romana, está abierta a aceptar también otros tipos de expresiones musicales, como la polifonía y la música "moderna". Deseo de todo corazón que los compositores contemporáneos se inspiren en los temas de la revelación cristiana para ofrecer tanto a las Scholae Cantorum como a los fieles el fruto maduro de su genio y de su religiosidad.
Es el augurio que hoy expreso en esta jubilosa circunstancia.
6. Hemos dicho que la liturgia de la Palabra del domingo actual nos habla de la inspiración y también del escándalo.
Queridísimos miembros de las Scholae Cantorum de Europa: Toda vuestra actividad, vuestro trabajo, el amor laborioso y creador deseo incluirlos hoy en el misterio de Cristo, mediante esta Eucaristía, en la que participáis, al tiempo que os invito, hoy 29 de septiembre, que es también la fiesta de los Arcángeles, a unir con alegría vuestra voz al inmenso coro de los ángeles y de los santos en el cielo que cantan sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
¡Los cielos y la tierra están llenos de tu gloria.
Hosanna en lo más alto de los cielos.
Amén!